lunes, 10 de octubre de 2011

Antagónico

Igual y opuesto. Simplemente así: igual y opuesto, antagónico. Como las dos caras de una misma moneda, como el reflejo de un espejo. Sentimientos iguales y opuestos se encuentran y chocan; el blanco y el negro chocan, y como resultado nace el gris. Esa nada que es la mitad de todo. Un sentimiento 'gris' que resulta del choque de dos polos antagónicos y que los deja suspendidos en el aire, enfrentados, con sólo una finísima capa transparente que no permite el encuentro de ambos. Se ven, se escuchan, se sienten... Pero no pueden encontrarse. Esa capa finísima que separa lo real de lo irreal, la realidad de la ficción, la verdad de la mentira, el amor y la indiferencia, es uno mismo. El gris que se encuentra en la mitad es la persona que se encuentra en medio de sus dos caras, de sus dos partes. Es esa persona que se mira al espejo, y aunque se ve igual, no se siente igual.


La noche era joven, las luces tenues, las estrellas miles, y la luna brillaba implacable en el cielo, rodeada por un halo dorado.

Ella miraba hipnotizada la luna, como si fuera a apagarse, como si fuera la última vez que podría verla. No se fijaba en nada más. Todo lo demás no existía. Y pensaba. Su brillo era el reflejo de su opuesto, pero el cuerpo visible era simplemente una esfera blanquecina. Lo mismo que se ve cuando miramos directamente al sol, pero totalmente enfrentado.

Pensó: Cada persona es única. Tiene un único cuerpo y su personalidad es una mezcla única. Pero cada uno tiene su reflejo. Lo que se ve es siempre lo mismo, pero se siente de maneras opuestas en cada momento. Se puede ver a una persona y reconocer una de sus caras, y cuando ésta se da vuelta, ver su otra cara.

Clavó su mirada en sus ojos, pero viendo su reflejo. Aquel pequeño espejo de auto era suficiente para ver por detrás de lo visible. Reconoció cada una de sus facciones, los claroscuros del verde de sus ojos, la suavidad de una sonrisa que quería superponerse sobre el rostro serio. Pero no se vio a sí misma. Se encontró con las dos caras de su moneda. Se encontró con su reflejo opuesto.


Sin quitar los ojos del espejo, reflexionó sobre lo que podría ser ese reflejo antagónico, sobre lo que hay del otro lado de esa fina capa gris que constituimos. Así se dio cuenta de que todo el universo está regido por esa ley, la ley del antagonismo, la ley del equilibrio, la ley del ying y el yang. Todo tiene su antagónico, su igual y opuesto. En especial las personas. Así como cuando nos encontramos con El Bueno y El Doliente, las dos mitades de Medardo, de la historia de Calvino. Pero no necesariamente se es totalmente bueno o malo. Sino que todo lo que se presenta de una manera en una de las caras, se presenta de la manera opuesta en la otra cara.

Y no tiene excepciones, a mi pesar. Quisiera que hubiera una única excepción. Pero sé que no la hay.

Dejó el narcisismo momentáneo en el que había caído y volvió a seguir con su mirada la luna, su brillo, su halo y lo maravilloso de su existencia. Sólo le quedó una duda: ¿Por qué no había pensado esto antes?


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