La noche era joven, las luces tenues, las estrellas miles, y la luna
brillaba implacable en el cielo, rodeada por un halo dorado.
Ella miraba hipnotizada la luna, como si fuera a apagarse, como si
fuera la última vez que podría verla. No se fijaba en nada más. Todo lo demás
no existía. Y pensaba. Su brillo era el reflejo de su opuesto, pero el cuerpo
visible era simplemente una esfera blanquecina. Lo mismo que se ve cuando
miramos directamente al sol, pero totalmente enfrentado.
Pensó: Cada persona es única. Tiene un único cuerpo y su
personalidad es una mezcla única. Pero cada uno tiene su reflejo. Lo que se ve
es siempre lo mismo, pero se siente de maneras opuestas en cada momento. Se
puede ver a una persona y reconocer una de sus caras, y cuando ésta se da
vuelta, ver su otra cara.
Clavó su mirada en sus ojos, pero viendo su reflejo. Aquel pequeño
espejo de auto era suficiente para ver por detrás de lo visible. Reconoció cada
una de sus facciones, los claroscuros del verde de sus ojos, la suavidad de una
sonrisa que quería superponerse sobre el rostro serio. Pero no se vio a sí
misma. Se encontró con las dos caras de su moneda. Se encontró con su reflejo
opuesto.
Sin quitar los ojos del espejo, reflexionó sobre lo que podría ser ese
reflejo antagónico, sobre lo que hay del otro lado de esa fina capa gris que
constituimos. Así se dio cuenta de que todo el universo está regido por esa
ley, la ley del antagonismo, la ley del equilibrio, la ley del ying y el yang.
Todo tiene su antagónico, su igual y opuesto. En especial las personas. Así
como cuando nos encontramos con El Bueno y El Doliente, las dos
mitades de Medardo, de la historia de Calvino. Pero no necesariamente se es
totalmente bueno o malo. Sino que todo lo que se presenta de una manera en una
de las caras, se presenta de la manera opuesta en la otra cara.
Y no tiene
excepciones, a mi pesar. Quisiera que hubiera una única excepción. Pero sé que
no la hay.
Dejó el narcisismo momentáneo en el que había caído y volvió a seguir
con su mirada la luna, su brillo, su halo y lo maravilloso de su existencia.
Sólo le quedó una duda: ¿Por qué no había pensado esto antes?
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