jueves, 22 de diciembre de 2011

La reina del mar

[Iba caminando por las calles empapadas en olvido.
Iba por los parques, con fantasmas y con ángeles caídos.
Iba sin luz, iba sin sol,
iba sin un sentido, iba muriéndome.
Iba volando sobre el mar
con las alas rotas.]*

En un pueblo de pescadores, ubicado en la Bahía Perdida de las Sirenas, un grupo de niños corría por la playa tras un hombre mayor, tal vez su abuelo, pidiendo que él les cuente una historia. El hombre, algo desgastado por los años, se sentó sobre un tronco instalado en la arena. Los niños se sentaron alrededor de él, dispuestos a escuchar.

-Les voy a contar la historia de Marina, a quien en el pueblo llaman "La Reina del Mar".

>> Una noche de tormenta, en esta misma aldea, nació Marina. Era la primer hija de una pareja de pescadores. Su casa, humilde, apenas resistía los fuertes vientos. Sin embargo, Marina nació saludable, en el seno de una familia constituida.

A medida que los años pasaron, creció y aprendió el oficio de sus padres. Aunque, desde niña, tenía el hábito de quedarse horas sentada en el muelle, viendo el sol caer. En esa aventura la acompañaba siempre un niño, también del pueblo, que se hizo su mejor amigo. Su amistad, tarde o temprano, se convertiría en amor, puro e inocente.



El día de cumpleaños número veintiuno de Marina fue el más triste de su vida. En pleno estallido de la Segunda Guerra Mundial, casi todos los hombres eran llamados a luchar "por su patria". Ese mismo día ella tuvo que despedir a su amado, que se iba en un barco militar. Se puso, para que así la recordara, el vestido que a él más le gustaba. Uno blanco, simple y natural; siempre decía que las personas eran más hermosas si se las veía con la sencillez y humildad con que la naturaleza las trae al mundo. Él juró que volvería, y empapada en llanto ella juró que esperaría.**

Marina lloró la partida de su amor cada día de su vida. Todas las tardes iba al muelle, pero no para ver el atardecer, sino para esperar a su amado. Con la llegada de cada barco se ilusionaba, y luego se deprimía al ver que él no volvía. Sin embargo, cada crepúsculo lo pasaba en el muelle, sin importarle el clima o el paso del tiempo, con su vestido blanco.



Con esa partida, el deseo de sus padres se cumplía. Ellos querían que su hija se case con un hombre acomodado del pueblo, que no fue convocado para ir a la guerra. Dos meses después de su cumpleaños ese casamiento se hizo realidad, a pesar de Marina y su infinito amor. Para su fortuna, su marido fue un hombre bueno y comprensivo. Tras siete meses de espera, nació su primer y único hijo, que se llamó como yo: Eros***.

A mediados de 1945 Marina se enteró en el mercado del pueblo que el barco La Sirena, en el que partió su amado, se había hundido. En ese instante su alma sintió un escalofrío. Las dudas sobre la suerte de su gran amor le consumieron la paz... Y la vida. Aún así se encargaba de su familia, con amor y dedicación.

Meses después, la guerra se termina, y junto con ella, nace una esperanza en el corazón de Marina, de volver a verlo. Él le había prometido que volvería, debía cumplir. Fue cada día al muelle, y estuvo pendiente de cada noticia. Muchos hombres regresaron, pero no el hombre que ella esperaba.


Marina estaba muerta en vida al saber que él debería estar en el mar... En las profundidades del mar. Esperó un año más, exactamente, desde el fin de la guerra, guardando una esperanza. 365 crepúsculos ella vio, con su vestido blanco, hasta ese día: su cumpleaños número veintiocho. Sentada en el muelle eligió, por primera vez, bañarse en el mar. Al contacto con el agua, vio cómo sus piernas se unían y se cubrían de escamas, dando origen a una cola semejante a la de un pez. Se desplazó bajo el agua naturalmente, impulsada por su cola. Tras kilómetros recorridos en lo profundo del mar, se encontró con su amado, con el único dueño de su amor. Nadaron juntos en un mar de felicidad, de amor, bajo la sombra de un arcoiris.



De pronto ella despertó, recostada sobre las maderas duras del muelle. Buscó sus piernas y encontró dos extremidades humanas perfectamente normales. Miró su reflejo en el agua y vio una sirena, abrazada a su amor. Escudriñó unos segundos su alrededor, y también su interior... Pensó en su familia. Al volver a ver el reflejo en el agua, se dejó caer.

Ojalá eso se haya cruzado por la mente de mi madre antes de morir -pensó el buen hombre.

-¿Y qué le pasó después? -preguntaron los niños a coro.

El hombre dudó.

-Nadó con los delfines, se convirtió en reina y fue infinitamente feliz -inventó rápidamente.

-¿Y qué pasó con su hijo?

-Se hizo pescador también. Pero ya, niños, no pregunten tanto. Vayan a jugar.

Los niños obedecieron y se fueron corriendo.

-Aún recuerdo el diario de mi madre. Todavía puedo inventar historias sobre esos hechos. Pero... Nunca aclaró quién fue mi padre -dijo en voz baja el anciano.

Se levantó y caminó por la orilla del mar, viendo el sol caer.


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*Fragmento de la canción 'Eres mi religión', de Maná.
**Fragmento de la canción 'En el muelle de San Blas', de Maná.
***Eros, en la mitología griega y según algunas tradiciones, se considera hijo de Afrodita (diosa del amor).

miércoles, 14 de diciembre de 2011

I've got your love


Y aunque pueda tenerlo todo, todo, nunca es nada si faltas tú...
I've got your love, yo tengo tu amor, yo tengo tu love...