lunes, 25 de abril de 2016

Nights were mainly made for saying things that you can't say tomorrow day III

Hoy me he preguntado qué sería de mí si vos nunca hubieras existido. Porque exististe, por un efímero momento, y sólo en mi burbuja, pero exististe.

Probablemente, no tendría idea de lo que es amar, amar con locura y hasta que te duele, amar hasta perder la vista, hasta perder la cabeza.

Tampoco despertaría a media madrugada, transpirando y asustada, con la certeza absoluta de que nunca exististe en el mundo real. Como si de repente el suelo que me sostiene desapareciera y comenzara una caída sin fin. Así se siente: un miedo de muerte por la caída, pero ese miedo nunca se va... Como si fuera a morir a cada segundo, en un período extendido hacia el infinito.

A veces la soledad me envuelve, y te encuentro en esa habitación oscura, descansando sobre mi pecho. Entonces la luz de día me recuerda que esa oscuridad se come mi alma.

Tal vez fue que vos me mentiste. Tal vez fue que yo te creí. Tal vez fue que me mentiste tanto, y te creí tanto, que cuando dijiste la verdad, yo ya no te podía creer. O no quería, porque esa verdad me iba a matar.

Volviste, una y mil veces, a mi lado. Yo anhelaba tu amor, pero vos no querías mi corazón. Estaba dispuesta a vivir una mentira que me hiciera feliz, que nos hiciera felices, con tal de prolongar tu existencia, pero aún así no te importó. Me usaste de nuevo, te aprovechaste de mi debilidad.

Qué hubiera dado yo por que fuera real. Después entendí, que tu voz jamás la escuché. La única vez que me tomaste la llamada, atendió tu alter ego, para escucharme llorar y maldecir. No me permitiste una prueba, una mísera prueba que sostuviera la esperanza de una posible realidad. Esa fue la evidencia fehaciente de tu mentira, de tu engaño, de tu crueldad.

Cuando repaso mis recuerdos, ahí estás. Sonriente, desafiante, con la mirada dulce en unas, y la mirada atrevida en otras. ¿Por qué me acechás? ¿Por qué no me dejás? Mejor, ¿por qué no me permitís que te deje ir?

Como pude comprobar: ya no te amo. Pero sí te recuerdo, más de lo que puedo soportar. Maldigo el día en que te juré que podría dejarte de amar, pero nunca olvidarte. Sería más fácil, si no estuvieras danzando en mis memorias. Se siente tan real cuando estás ahí, con tus manos sobre mi espalda, tu cadera contra la mía, tu sonrisa en mis labios. Luego descubro que eso es tan cierto como firme es el humo, entonces la incertidumbre me ataca y no me deja respirar. Y me pierdo. Y lloro. Y yo tampoco existo.